Las 4 Actitudes tóxicas que debes evitar para ser feliz

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La actitud puede ser positiva, negativa o puede ser neutra, pero hay actitudes tóxicas que son muy negativas, es decir que como si de un veneno se tratara, acaban por provocar muchos daños y víctimas colaterales.

No nos damos cuenta habitualmente, pero estas actitudes están en nuestro día a día, a veces camufladas debajo de comportamientos silenciosos, pero no por ello su toxicidad deja de existir.

Las actitudes tóxicas son cuatro y según han demostrado algunas investigaciones, cuando somos víctimas de ellas, empiezan a aparecer síntomas físicos y relacionales que hacen que nuestros resultados, salud y satisfacción vayan a menos. Por este motivo son tan peligrosas.

Trabajo con empresas habitualmente, y estas actitudes tóxicas también están presentes en ellas y en los equipos, haciendo que en algunas ocasiones proyectos excelentes fracasen porque las personas no han sido capaces de gestionar sus actitudes.

Las 4 Actitudes más Tóxicas

Actitud culpabilizadora

Culpar es poner la energía fuera en lugar de tomar la responsabilidad de algo. Es dejar de mirar qué puedo mejorar en mi, para mirar a ver qué falla en mi entorno. Cuando culpamos no asumimos nuestra responsabilidad, sino que más bien estamos llamando la atención de otros para que asuman la suya.

No conozco personas o equipos perfectos, pero sí conozco a muchas personas que en lugar de mejorar un poco ellos mismos tratan de mejorar al otro. Si tan sólo tuviéramos una mirada más humilde hacia el otro, seguramente conseguiríamos culpar menos y mejoraríamos más. Hay muchos receptores de la culpa:

  • En nuestro mundo social: los políticos y gobernantes, las empresas, los medios de comunicación, los del partido político contrario al tuyo.
  • En nuestro mundo empresarial: los los clientes, el producto, el mercado, el sector, los «jefes»…
  • En nuestro mundo familiar: nuestra pareja, nuestros suegros/as, cuñados/as, hermanos/as…

En realidad el que busca culpables acaba encontrándolos, ya que el mundo es demasiado imperfecto para que pasen desapercibidos. Habitualmente la persona pone el ojo en un buen receptor de la culpa, es decir que “sí” tenemos parte de razón en lo que decimos.

El problema no radica en si tenemos o no razón, sino en si en lugar de invertir energía en culpar a otros podríamos invertirla en mejorarnos a nosotros mismos.

Actitud victimista

Hay personas que se sienten desgraciadas, sienten que la vida con ellos es mucho más injusta que con los demás, que las desgracias llaman más a su puerta que a la puerta del vecino. Estas personas generan a su alrededor un clima de negatividad que acaba por atraer más negatividad, y generalmente no están equivocados, sus circunstancias acaban siendo peores que las de otros.

De lo que no son conscientes, es de que ellos/as han sido bastante protagonistas en la atracción de esas circunstancias. Si vas con la cabeza agachada a buscar un trabajo quejándote de lo mal que te ha ido en otros trabajos y no te contratan, entonces tendrás una razón más para decir “el mundo me ha dado la espalda”.

La persona con actitud victimista cuando se relaciona con los demás los deja sin energía. Un comentario tras otro, un gesto tras otro, acaban por minar la moral de los que le rodean, y al final acaban dándole la espalda, no teniendo en cuenta sus peticiones o colocándole la etiqueta de “cenizo”.

Cuando tenemos una actitud victimista tampoco asumimos la responsabilidad de la vida, tampoco asumimos nuestra parte de responsabilidad en hacer que las cosas nos vayan mejor. Mas bien nos situamos en una posición negativa ante la vida y los eventos, y ante la negatividad que nos llega seguimos confirmando nuestra condición de víctima.

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Actitud pasiva

En la vida o te involucras o acabas por perdértela. Muchas personas por miedo a esforzarse, arriesgarse o entrar en conflicto adoptan una actitud pasiva ante la vida, lo que hace que exista una falta de compromiso.

A veces hay un conflicto oculto que en una familia no se quiere que salga a la luz, esa «cosa» que todos sabemos, pero de la que nadie habla, ese elefante invisible dentro de la habitación. Este conflicto acabará estando visible en cada reunión familiar sin ser explícito, pero acabará por hacer que la comunicación no sea auténtica entre las personas, ya que se está tomando una actitud pasiva.

La pasividad también se puede ver cuando una persona pone un “muro” entre nosotros y ella, cuando no se reconoce que hay algo de lo que hablar y parece que todo está bien, cuando nos mostramos indiferentes ante nuestras relaciones, problemas y desafíos.

La vida nos exige responsabilidad, no pasividad. La persona con actitud pasiva se encuentra generalmente sin armas para afrontar un conflicto y decide pasar del mismo, protegerse y no involucrarse.

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Actitud agresiva

La agresividad o el desdén hacia los demás es una de las actitudes más tóxicas que existen, llevándonos a tener comportamientos muy destructivos con nuestros semejantes. Algunas personas no se dan cuenta de que utilizan este tipo de actitud a través de comentarios irónicos, tonos de voz poco correctos o comportamientos que no son los adecuados.

Acabar una frase diciendo “y punto.” muestra una actitud agresiva hacia la otra persona. Hacer chasquear los dedos para llamar la atención sobre algo que se dice, hacer aspavientos, señalar a alguien, dar una palmada con las manos para hacer énfasis en algo, son muestras de como las actitudes agresivas de algunas personas se transforman en comportamientos no-verbales que hieren la sensibilidad de los demás.

Un comportamiento que a priori no parece estar mal visto pero que refleja una actitud claramente agresiva es utilizar la ironía. Cuando somos irónicos utilizando comentarios jocosos o ácidos en formato suave, nos parece que no hemos sido agresivos, pero generalmente la agresividad llega a la otra persona y la hiere. Decir en una discusión: “Qué causalidad, qué casualidad…” o “Ya, como tú lo haces tan bien…” o “Puff…” serán expresiones que aviven un conflicto y que generalmente muestran hartazgo y enfado por parte de la persona que las emite.

La agresividad no siempre tiene que ser física como estaríamos acostumbrados a pensar, aunque es evidente que acercarse demasiado a otra persona para hablarle, cogerle del brazo al hablarle o gestos similares pueden avivar mucho un conflicto y hacer que acabe realmente mal.

Si observas la comunicación de muchas parejas y personas que conozcas, es fácil que identifiques este tipo de actitudes tóxicas que no ayudan a conseguir una actitud para el éxito, sino que nos acercan a resultados mediocres, relaciones rotas e infelicidad.

Las actitudes tóxicas son como un veneno con una rápida capacidad de propagación

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1 comentario en “Las 4 Actitudes tóxicas que debes evitar para ser feliz”
  1. Muchas gracias, estupendo artículo, según leía las distintas actitudes tóxicas he visualizado personas que conozco, … lo malo es que seguramente yo también actuaré así en ocasiones …

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