Con el paso de los años y después de tanta evolución (e involución en algunos aspectos), nos hemos olvidado de detalles tan sencillos como sentarse al sol. Ayer me di cuenta, te contaré como…
Mi abuelo tiene 96 años, buena salud y vive solo. Su único hijo (mi padre) falleció hace 37 años. Somos mi hermano y yo, junto con algo de ayuda externa, quienes nos encargamos de visitarlo, uno u otro, al finalizar el día, para ver cómo se encuentra y terminar de prepararle algo de cena.
Ayer fui a verle después de un largo día de trabajo. Cuando llegué, estaba en la calle, sentado en el banco que hay en el portal de su casa en el barrio de San Marcelino en Valencia. Eran cerca de las 19h y hacía sol. Ese banco había estado ahí los últimos 20 años y yo no me había sentado nunca. Me senté junto a él.
Está un poco sordo, por lo que hay poco que hablar, más allá de hacerle la mejor compañía y mantener una conversación típica de las que se tienen en estas situaciones:
-Qué día más bueno hace ¿verdad?
-Sí, aunque parece que se está nublando por ahí (señala con el dedo al lugar dónde se pone el sol)
Estuve tan sólo 15 minutos sentado junto a él al sol, la mayor parte del tiempo en silencio, y la otra parte enseñándole fotos y videos de Noa, mientras él disfrutaba entre comentarios de asombro. Me sentía feliz estando al sol con él, con la temperatura adecuada (en Valencia en estos meses vivimos en el paraíso), sin nada que hacer y con unos instantes de silencio para nosotros.
De repente caí en la cuenta: ¿por qué hemos perdido la costumbre de sentarnos en un banco junto con otras personas?, ¿cuántos bancos vacíos hay en la calle?, ¿cuántos momentos geniales nos estamos perdiendo?
La primera sensación que se tiene al sentarse en un banco a día de hoy es extraña, especialmente si te guardas tu smartphone y te dedicas simplemente a estar, a ser. Sin necesidad de rellenarlo con nada. Yo he perdido esa costumbre, lo reconozco, sentarse sin hacer nada… quizá por eso medito cada mañana, pero no es lo mismo.
No es lo mismo la meditación que la contemplación. Sentarse al sol en un banco es una costumbre muy sana. Los 15 minutos que invertí ayer junto a mi abuelo me saben a gloria, fueron como una sesión de spa, un masaje y una siesta juntos. Al sentarse en un banco, no sólo estás contigo mismo o con un ser querido, también estás contemplando la vida que se desenvuelve a tus pies, cómo discurre el quehacer de otras personas, cada una con su historia particular.
No sé tú, seguramente lo habrás vivido, pero cuando yo era pequeño (y todavía en muchos pueblos lo veo) se practicaba la costumbre, cuando caía el sol, de sentarse a la fresca, en sillas, en la calle, en la puerta de las casas. Eran momentos para la familia, para estar juntos y para charlar sobre cualquier tema. También para cotillear ¡la de chismes que contaban los tíos, tías y abuelas…! mientras los nietos íbamos de un lado para otro jugando como si el día no fuera a acabar nunca.
Al poco rato de estar con mi abuelo pasó una pareja de ancianos bastante lentos, decían venir de bastante lejos caminando. Él le dijo a ella «¿Quieres descansar?», «Sí», dijo ella. Y se sentaron junto a nosotros como quien no tiene mucha prisa. El banco había empezado con mi abuelo solo y en poco tiempo ya éramos cuatro personas. ¡Fabuloso! Me gustó la escena.
No pasaron muchos segundos sin que mi abuelo me dijera «Hala, tú ya te puedes ir cuando quieras, que hoy ya tengo la cena hecha, una tortilla así de grande (haciendo un gesto circular con las manos)». Mi abuelo habla con las manos mejor que Roberto Brasero cuando nos da el tiempo.
Hemos perdido algunas buenas costumbres. La de sentarse a la fresca en la puerta de tu casa o la de sentarse en un banco a tomar el sol. Mi abuelo no la ha perdido y ayer me volvió a dar una lección de vida.
Recomiendo hacer esto más a menudo, me lo tomo como una lección aprendida y también lo recomiendo a muchos de los profesionales que leéis este blog. ¿Por qué no mantener una reunión en un banco de la calle?, ¿cómo se resolvería un conflicto si nos sentáramos a hablar?, ¿qué ideas tendríamos si nos fuéramos a un banco a pensar?
Recuperemos el valor de los bancos para sentarse, creo que esconden mucha más sabiduría de la que pensamos. Su valor es incalculable.
Que tengas un gran día.
15 comentarios en “Sentarse al sol”
Hola, cada vez que tengo oportunidad, me llevo la oficina a la calle o a la terraza del atico en el que vivo.
Una de las imagenes que tengo de cabecera es una prueba de equipos en un parque de Caceres, en una mesa merendero. En ella desplegue la oficina y mi portatil.
Saludos.
Que grande Juan! Gracias
Envidia sana, es lo me has provocado Cesar. Yo ya no tengo abuelos con los que sentarme, con toda la sabiduria que nos aportaban. Pero todos deberíamos de disfrutar de esos momentos, en compañía de alguien conocido e incluso ¿por no? de algún desconocido
Caramba Juan Luis, gracias por añadir ese detalle, por supuesto, tantas personas con tanto que enseñarnos. Un abrazo
Buenas César, yo también recuerdo aquellos buenos momentos al anochecer, después de cenar, cuando todos los vecinos de la calle, entre ellos mis abuelos, salían a la calle con sus sillas a comentar el día, a solucionar los problemas del país o, simplemente, a estar. Esas costumbres se han perdido y muchas veces las he echado de menos. Realmente una pena…
Gracias por tus aportaciones Alberto
Gracias Cesar por tan sencilla y profunda reflexion…
Que tengas un gran dia !!
Mariano
Gracias por leerla Mariano
Es una hermosa lectura, que te recuerda que lo bello de la vida está en los pequeños detalles.
Que tengan un día como ustedes.
Gracias Eli!
Muy buena reflexión César, pero, has disfrutado tú más que los acompañantes. Buen día.
Jajaja, vaya que sí José Manuel!
Buenos días Cesar, como siempre con tus reflexiones renovadoras, pues no todo el mundo es capaz de sacar tan buenas conclusiones de algo tan sencillo como es el compartir esos momentos y sacarles tanto jugo, eres increíble y enorme,gracias por abrirnos lo ojos a lo que tenemos delante y no siempre vemos.
Un abrazo y que tengas muy buen día.
Mil Gracias Susi!
Es una maravilla. Rellenarse de vida. Creo que nuestros hijos y nuestros padres son una oportunidad fantástica para hacerlo. En calma.
Lo que para muchos padres es una actividad pesada como es ir al parque con los enanos, a mí me da la vida. Suelo elegir parques tranquilos, no trato de hacer amigos la verdad. Solo acompaño, juego un poco con los gordos, me siento, los veo y si hace sol, cierro los ojos y me tumbo. En Santander tenemos el parque de Mataleñas, grandes árboles, un estanque con patos y un riachuelo para tirar piedras, el mar y las montañas de paisaje, tranquilo, con zonas para investigar. Uno de los lugares más increíbles y tan poco frecuentado!
Si nos lo permitimos es posible ser fantásticos profesionales y pequeños buddhas disfrutones de la vida. 🙂 Si me pilla la muerte, que haya merecido la pena lo vivido. Un abrazo fuerte César!