Hoy en día nuestro problema es que nos pasamos de vueltas, trabajo cada día con clientes que tienen una mente extraordinaria, que tienen el hábito pensar demasiado, y como todo exceso, olvidan en el camino algunas cosas importantes, te explicaré porqué…
El viernes pasado había terminado una semana agotadora (la verdad es que últimamente están siendo así), Belén y yo nos habíamos prometido un pequeño homenaje, ir a comprar a Casa del Libro, luego al supermercado de Corte Inglés y finalmente cenar en Vuelve Carolina, uno de los locales del universo Quique Dacosta. Había hablado con Germán Carrizo (@Ger_Carrizo) por Twitter y tenía ganas de conocer su arte en los fogones. Era por la tarde, acababa de enviar el último email y me metí en la ducha.
Mientras estaba dentro se me ocurrieron dos ideas sobre las que escribir, también pensé sobre los temas que todavía dejaba abiertos y que el lunes tendría que cerrar. Salí de la ducha, me estaba secando y sin embargo no tenía la sensación de haberlo hecho, de haber disfrutado de la ducha. No había sido consciente de algo fundamental, que me hacía bien, algo por lo que muchas personas llegan a pagar y a lo que quizás sólo un tercio de la población mundial tengamos acceso ¿Me había duchado?
Sabemos que nos estamos pasando de la raya con el trabajo cuando pasan este tipo de cosas, cuando no eres enteramente consciente de que:
- Tu hijo te está dando un abrazo…
- Estás disfrutando de tu familia…
- Estás dando un paseo por un lugar extraordinariamente bello…
- No estás escuchando al 100% a tu pareja…
- No eres capaz de disfrutar del fin de semana…
- No llegar a dormir bien porque el trabajo aparece una y otra vez por tu mente…
Es lo que se llama ser un trabajólico (workaholic), una de las enfermedades (bien vistas) de nuestra sociedad actual, y suele tener muchos problemas, de los que suelo hablar a menudo, sobretodo los relacionados con el estrés, pero el que más daño te hará será pensar demasiado.
La mala costumbre de pensar demasiado
El trabajólico piensa demasiado porque cree que todo lo que hay en esta vida es mente, ideas, razonamientos, reflexiones… se identifica en exceso con ella y por lo tanto deja de lado otras partes de sí mismo significativamente importantes. Es el eje central del que habla Eckhart Tolle en sus libros y conferencias. Si lees cualquier libro de Eckhart como «El poder del ahora» empezarás a experimentar otras dimesiones de ti mismo, aunque sólo sea por unos instantes.
Algunos de los clientes con los que trabajo en coaching sufren de esta costumbre. Son personas brillanes, con una capacidad brillante, una mente brillante, y sin embargo, uno percibe que hay otras partes de sí mismos que están escindiendo, que están dejando atrás que han mandado al exilio. La mente ha tomado el control.
Está demostrado que aquellos que se identifican demasiado con la mente no son precisamente felices, al final la infelicidad les llega de muchas formas. Ellos creen que sí lo son, que disfrutan… pero saben que no es así, finalmente se dan cuenta y tienen que vivir un proceso de transformación interior para volver a integrar otras partes que dejaron metidas en el cajón de las cosas que no sirven.
Las cuatro dimensiones del Ser
Imagina que tu experiencia en la vida está dividida en cuatro dimensiones, a través de las cuales tú experimentas estos 80 o 90 años a los que llamamos vida. La parte con la que la mayoría nos identificamos más es la mente, nuestra experiencia cognitiva «Pienso, luego existo» ya lo dijo Descartes. Sin embargo hay más:
La dimensión emocional, es nuestra parte relacionada con los sentimientos, con la vida afectiva, con las emociones y temas que son centrales en nuestra vida, con las heridas que no hemos cerrado y con tantas otras cosas que vivimos y que no pensamos, que experimentamos y que no razonamos… Un economista o un ingeniero diría que esa parte emocional no es productiva, por lo tanto nos recomendaría obviarla. Es lo que nos ha ocurrido a muchos en una cultura en la que domina, de forma excesiva, el pensamiento maquinal. Por eso tenemos problemas con la felicidad, porque hemos eliminado esta dimensión.
Esta carencia la identifico en dos minutos de conversación (malos hábitos de uno que se dedica a trabajar con personas), la persona vive encerrada en su mente, incluso quiere expresar emociones, pero no las siente, las piensa… cayendo en el error de que todo tiene una solución lógica…
¿Cómo se cultiva esta dimensión? Aprende a llevarte bien contigo mismo/a, aprende a sentir que es lo que te ocurre, cierra heridas del pasado, revisa tus relaciones, ¿cómo es tu mundo afectivo?, visita más a menudo a tu terapeuta, expresa lo que sientes, llora, rie, grita, no dejes que tu realidad emocional muera dentro de ti.
La dimensión física, es la relacionada con el cuerpo, con sentir. Siguiendo mi ejemplo de la ducha, durante esos 5 minutos mi cuerpo no existía, mi mente trabajaba al máximo. El problema es que desconectamos de cabeza hacia abajo, y con el tiempo no llegamos a escuchar las señales que nuestro cuerpo nos envía. De esta forma:
- No disfrutamos de nuestra experiencia corporal, del tacto, de la ternura, de un abrazo, del sexo…
- No escucharemos las señales que nuestro cuerpo nos envía (los síntomas) para decirnos que algo no va bien, por ejemplo una enfermedad…
- No tendremos la capacidad de intuir, ya que la intuición de verdad, es una experiencia corporal, no mental.
¿Cómo se cultiva esta dimensión? Conecta con tu cuerpo, da un paseo por la playa y nota la cantidad de sensaciones que vienen a ti, recibe un masaje, dúchate más a menudo (y hazlo sintiendo, no pensando), acostumbra a sentir tu respiración varias veces al día, pasa tiempo contigo mismo/a, mira más hacia dentro y no hacia afuera.
La dimensión espiritual, si la lógica y la razón han tomado el control de cuerpo y emoción, a la espiritualidad la hemos condenado a galeras. La dimensión espiritual está relacionada con el sentido, con algo más grande que tú, con las grandes preguntas que te haces algunas veces, con lo que no se puede ver. No me refiero con esto a creer en una u otra religión, no tiene nada que ver. Muchos de los «creyentes» que conocemos hoy en día no conocen ni de lejos esa dimensión. Creen porque está bien visto. No hay nada más que ver la diferencia entre las palabras y los hechos: «por sus obras los conoceréis» (Mt 7, 15-20).
¿Cómo se cultiva esta dimensión? Desconecta, retírate a algún lugar, déjate estar, acepta lo que hay. Tómate unos días para retirarte a un monasterio de cualquier religión, nota el silencio. Crea más silencio a tu alrededor ¿hay silencio en tu vida?
El trabajólico, como decía al principio, no deja hueco para estas tres dimensiones, se ducha y en lugar de sentir, experimentar o disfrutar, piensa. Cuesta desconectar la mente y lleva un tiempo. Si bien es cierto que la frontera entre estar enchufado al trabajo y pasar al fin de semana, no es algo que ocurra en cinco minutos, y claro… a mi me cogió en la ducha.
Es algo que me debo recordar todos los días y cuando pierdo el rumbo lo vivo realmente mal, pensar demasiado no es un buen hábito y acabamos pagándolo muy caro.
Que tengas un gran día.
6 comentarios en “Los trabajólicos y su mala costumbre de pensar demasiado”
Y ¿ cuál es la 4ª dimensión?
Hola Julia, las 4 son: Mental, Física, Emocional y Espiritual. Un fuerte abrazo!
¿En qué autor te soportas cuando hablas de Las cuatro dimensiones del Ser? o ¿esto ha sido resultado de tus estudios e investigaciones?
Lo pregunto porque la verdad es muy interesante y me gustaría profundizar más sobre el tema.
Muchas gracias y felicidades.
Julia
Hola Julia, Gracias por tu comentario! La verdad no tengo referencia de haber seguido a un autor en concreto que hable de esto, más bien es algo que aprendí hace mucho tiempo (ya casi no recuerdo ni de quíen), a sí de la formación Gestalt en la Escuela de Psicoterapía de Valencia con Vicente Cuevas. Y que luego con el tiempo uno va viendo en algunos libros y artículos, pero no te sabría decir el autor o soporte científico de la teoría. Más bien me la aplico en mi vida y me sirve para hacerme diagnóstico, y también es muy certera cuando miras a los ojos a otra persona y ves dónde reside el problema de su dolor, normalmente no es mental, sino físico, emocional o espiritual. Lo que pasa es que todo se mezcla y se interrelaciona. En uno de mis libros «Creer para Ver. Una guía para el liderazgo personal» hablo de esto más a fondo. Te puede servir de bibliografía y allí apunta a algunos otros artículos y libros.
Un fuerte abrazo Julia, que disfrutes mucho de estos momentos de tu vida
Gracias
😉 Virginia